jueves, febrero 22, 2007

Iwo Jima, Eastwood y Ernie Pike


Ernie Pike, por Hugo Pratt En una de las historietas de Boogie el aceitoso que aparece en el libro publicado el mes pasado, el mercenario conversa con un personaje que añora los viejos tiempos, la segunda guerra, cuando el enemigo estaba claramente identificado. Nazis o japoneses, se sabía quienes eran los malos, estaba claro en el cine y en las historietas. Salvo para el Ernie Pike de Héctor Germán Oesterheld, quien no veía malos, sino víctimas, historias a ser contadas, en las que tanto un nazi como un yanqui son hombres comunes, con familia y afectos, puestos en una situación extrema, extraordinaria, con un enemigo común: la guerra.


Clint Eastwood De este espíritu están imbuidas las nuevas películas dirigidas por Clint Eastwood: La conquista del honor (Flags of Our Fathers) y Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima). Centradas en el ataque a la isla de Iwo Jima, la primera se enfoca desde visión estadounidense y se centra en la famosa foto del izamiento de la bandera, mientras que la segunda corresponde al lado japonés, retratando la vivencia de los defensores de la isla. Como en Ernie Pike, tras los elementos que se encuentran, hay historias a ser develadas, una foto en el primer caso, cartas en le segundo.




La foto de los soldados izando la bandera de Estados Unidos fue un símbolo de heroísmo, y cuenta incluso con un monumento. La conquista del honor, desafortunado título local, que invierte el sentido, para Las banderas de nuestros padres, cuenta la historia de la toma de esta fotografía, y como fue usada para insuflar espíritu patriótico, y recaudar fondos, en la golpeada economía norteamericana, al ser reproducida por todos los medios posibles. Tres soldados son llevados de gira por el país, por haber participado en la foto, como héroes de guerra. Pero la historia tras la foto no era cierta, o era parcialmente falsa, ya que el fotógrafo no pudo registrar el izamiento original tras la toma del monte, y recién pudo fotografiar un segundo izamiento, realizado tranquilamente por estos soldados.



Alternando tres tiempos, el presente en que investiga el hijo de uno de los soldados (libro en que se basa la película), el ataque a la isla y la gira de los soldados, Eastwood va despojando a la leyenda de sus capas de heroísmo fatuo. Poco tienen de héroes estos muchachos, meros instrumentos de intereses oscuros escondidos detrás de discursos encendidos (qué otra cosa es un soldado). Desmontando la construcción, mostrando las distintas piezas en la elaboración de sentido, y los resultados del montaje vistos en el campo de batalla, sufridos en la carne, la contraposición desnuda toda la crueldad de la hipocresía. La mentira como motor del sentimiento patriótico. En los tiempos que corren, no es poca cosa.



La conquista del honor del honor cuenta con producción de Steven Spielberg, y es interesante hacer una comparación con su película bélica, Rescatando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998). En las dos hay un desembarco, recibido por el fuego enemigo. Más espectacular en el caso de Spielberg, en Normandía, preocupado por meternos de lleno en el medio del combate, que siempre tiene una dirección, un lugar al que avanzar, una meta. En el caso de Eastwood, parece reinar la desorientación, no nos metemos de lleno en el combate, porque no sabemos por dónde entrar. Los marines de Spielberg parecen ponerle el pecho a las balas, los de Eastwood parecen estar ahí para recibirlas. La foto cuenta la epopeya de los de Spielberg, la película, como lo haría Ernie Pike, la historia de los que murieron en la arena negra.

Foto de Iwo Jima


Cartas desde Iwo Jima presenta el lado japonés de la historia, de los defensores de la isla, organizada por el General Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe). Contada desde este personaje, y principalmente desde los ojos de Saigo (Kazunari Ninomiya), muestra el inevitable camino a la derrota.



Saigo es un panadero, llevado contra su voluntad a servir en el ejército. Típico recurso oesterheldiano, el hombre común, ordinario, puesto en una situación extrema, extraordinaria. Empeñado en sobrevivir para conocer a su hijo nacido mientras el estaba enrolado, Saigo deberá enfrentar no sólo el peligro enemigo, sino la necedad de sus propios oficiales. Testigo privilegiado de la decadencia de una forma de vida, Saigo desanda el camino por los túneles cavados para la defensa, mientras Eastwood va logrando un clima de desaliento, que por momentos trae a la memoria las potentes imágenes de La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998).




Hay una escena que resume el espíritu de la película, y el concepto de Oesterheld de la guerra como el enemigo común a todos. Los japoneses capturan a un soldado estadounidense. El coronel Nishi, ex atleta olímpico en Los Ángeles, lo interroga, en inglés. Tras cierto resquemor, al encontrar puntos de contacto, las barreras comienzan a diluirse, y Sam, tal su nombre, y Nishi, entablan diálogo. El coronel encontrará luego una carta, de la madre de Sam, que leerá. La carta, escrita por una madre en Oklahoma, para su hijo en Iwo Jima, leída en japonés por Nishi, produce el raro efecto de fundir a todos en un mismo sentimiento, de borrar diferencias, de hacerlos a todos víctimas de la misma circunstancia.




Basada en las cartas Kuribayashi y de soldados japoneses, uno puede pensar en Ernie Pike entre los investigadores que desentierran la bolsa que contiene las cartas que quedaron en Iwo Jima, y lo imagina indagando la historia del panadero que lucho allí, como la de tantos otros, buscando al hombre detrás del anónimo uniforme.



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