martes, marzo 27, 2007

Ghost Rider



Marvel viene estrenando regularmente las adaptaciones al cine de sus personajes, algo celebrado por sus muchos fanáticos. Con una amplia galería de dónde elegir, están los superhéroes más famosos y taquilleros, y los de segunda línea, que a veces tienen su propia revista y otras son invitados de los más importantes. A los primeros, Spiderman o X-Men, les tocan los mejores esfuerzos de producción, a los segundos lo suficiente para redondear un producto digno y entretenido, tal el caso de Ghost Rider. Por supuesto, la calidad final no depende de estos factores, aunque puedan incidir. No es menor el hecho de tener tras las cámaras a Sam Raimi y Bryan Singer, o a Mark Steven Johnson, quien ya había dirigido Daredevil y escrito la muy pobre Elektra.


Hay algunos trámites obligados para este tipo de películas, como contar el origen del personaje, para los que no están al tanto, y también para los que sí. ¿Cuántas veces se repasa el origen de cada personaje en los comics? ¿Cuántas veces se vio el arma disparar, los padres caer, frente a los ojos aterrados del niño Bruce Wayne? ¿Cuántas la araña picar a Peter Parker? Siempre hay lugar para una nueva visita a los momentos originarios, con las variantes estéticas que puedan introducir los artistas que se dan el gusto de contarlos. A fuerza de reiterar, estas versiones no aspiran a sobresalir, a marcar algún hito, sino a seguir alimentando la rueda del entretenimiento. Es una historieta más. De esta naturaleza parecen participar películas como Ghost Rider.


Quizás uno espera del cine algo más espectacular, la gran historia, pero el cine no está obligado a hacerlo. Con la aspiración de ser un buen entretenimiento, Ghost Rider por momentos lo consigue, aunque en otros el motorista no puede sortear los baches de los lugares comunes. Y no me refiero al consabido enfrentamiento con el o los villanos de turno, o la aparición de la chica para el ineludible romance, sino a la forma en que estos tópicos son tratados. Con clichés y resoluciones poco inspiradas, Johnson llega a caer lisa y llanamente en la torpeza, incluso técnica. Y falla en algo fundamental, cómo hacer creíbles a los personajes y sus motivaciones. Ni que hablar de ese villano con aspecto de mimo. Si bien Nicolas Cage se da el gusto de interpretar un superhéroe, poco en esta producción parece ayudarlo, y los mejores momentos se aprecian cuando aparece la calavera envuelta en llamas infernales, como si la película se impregnara de ese calor y se le insuflara el espíritu y la energía que le falta.




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